El manto terrestre es una de las capas estructurales de la Tierra, ubicada entre la corteza terrestre y el núcleo. Conforma la mayor parte del volumen de la Tierra y es una capa sólida que se extiende desde aproximadamente 30 kilómetros de profundidad hasta unos 2,900 kilómetros debajo de la superficie.
El manto terrestre se compone principalmente de rocas ígneas y silicatos, pero a diferencia de la corteza, estas rocas están en un estado parcialmente fundido llamado "plasticidad", lo que significa que las rocas pueden fluir lentamente a lo largo de escalas de tiempo geológicas. Este flujo lento es una parte importante del movimiento de las placas tectónicas en la superficie de la Tierra.
La transferencia de calor desde el núcleo hacia la superficie terrestre, junto con procesos radiactivos en el interior de la Tierra, contribuyen al calor interno que mantiene el manto en un estado parcialmente fundido. Los movimientos conectivos en el manto, donde el material caliente asciende y el material más frío desciende, también contribuyen a la dinámica geológica de la Tierra.
En resumen, el manto terrestre es una capa interna de la Tierra que juega un papel crucial en los procesos geológicos y en la dinámica global del planeta, especialmente en relación con la formación de las placas tectónicas y otros fenómenos geológicos.
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