el lince y la cobra arrogante
El lince ibérico y la cobra arrogante
En las vastas llanuras de Doñana, donde el sol se refleja en las marismas y las encinas dan cobijo a una fauna diversa, vivía un lince ibérico llamado Lynx. Lynx era un cazador sigiloso, de pelaje moteado y mirada penetrante. Sus pasos eran tan ligeros como la brisa y sus sentidos tan agudos como la navaja más fina.
Un día, mientras Lynx acechaba a un conejo entre la maleza, se encontró con una cobra real, una serpiente venenosa de escamas doradas y mirada hipnótica. La cobra, llamada Cobra, era arrogante y vanidosa, y se jactaba de ser la criatura más poderosa de la región.
Al ver al lince, Cobra se burló: "¿Qué haces tú aquí, pequeño felino? Este territorio me pertenece a mí. ¡Huye antes de que te muerda!".
Lynx, con su mirada serena, respondió: "No tengo miedo de tu veneno, Cobra. Mi astucia y mi agilidad son más que suficientes para derrotarte".
Cobra, enfurecida por la respuesta del lince, se lanzó al ataque. Sus colmillos brillaban con un brillo letal, pero Lynx esquivó el ataque con un salto acrobático. La cobra volvió a atacar, una y otra vez, pero el lince siempre la eludía con gracia felina.
Finalmente, cansada y frustrada, Cobra se rindió. "Tienes razón, pequeño lince", dijo con rencor. "Eres más rápido y más inteligente que yo. Te has ganado mi respeto".
Lynx, con su característico aplomo, le respondió: "No se trata de ganar o perder, Cobra. Se trata de vivir en armonía con la naturaleza y respetar a todos los seres que la habitan".
Y así, el lince ibérico y la cobra real aprendieron una valiosa lección: la verdadera fuerza reside en la humildad, la inteligencia y la cooperación.
Moraleja: No importa cuán pequeño o grande seas, siempre puedes superar tus desafíos con astucia y determinación. La arrogancia solo te conduce a la derrota.
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